Los disfraces del fuego de Manuel Iris

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La obra de Manuel Iris es ya notoria. Académico en EE.UU., ha demostrado como el quehacer de la investigación y el de ser escritor no está peleado. Es más: Manuel Iris es de los pocos académicos con verdadero talento para la poesía. Su obra más reciente, Los disfraces del fuego, es un auténtico libro de poesía: breve y con profundidad en las palabras. Autor y editor no descuidan el aspecto físico del libro ya que cuenta con una portada sobria, emblemática y colorida. Sigo observando a este pez de colores y registros distintos, y me remito a un pez que nada a los ritmos silentes de Arvo Pärt en el infinito de lo onírico.

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El libro está dividido en cuatro capítulos, a saber: Tintinnabuli, Los disfraces del fuego, Fuga y Réquiem. Los disfraces son el leit motiv de la obra y, a través de ellos, el autor crea una poesía que señala el poder que tiene la vida sobre los sentimientos.  Decía Heidegger que poetizar es la más inocente de todas las ocupaciones ya que se le ha otorgado al poeta el más peligroso de los bienes, que es el lenguaje para mostrarnos lo que es.  A través del lenguaje Manuel nos muestra lo que es la vida, su concepción de ella en el inicio y final. Los disfraces del fuego nos remite a una mística y estética que inviste una idea sobre lo que rodea a la vida y lo que es la vida misma: silencio y repetición. La excelente propuesta musical del autor, acompaña esta idea: la del silencio rítmico. Leer Los disfraces del fuego es remitirse a una poesía limpia, sin ningún otro truco que el de la poesía haciendo que en su obra se pueda buscar y exigir en la mejor poesía: aquella que dice más de lo que enuncia. En la brevedad de los poemas, hay una complejidad existencial que no deja indiferente al lector. En capítulos tan concretos como Fuga, lo hace cómplice y le invita a seguir el juego de la poesía para rematar con un Requien.

Los disfraces son todo aquello que configura una vida, aquellas sensaciones que exploramos pero con otros nombres, sin saberlo. El poeta explora la profundidad de esos disfraces para mostrarnos lo que realmente hay detrás del vientre, la casa, la obsesión, el silencio,  la desnudez y el amor. En cambio, no serán disfraces el cuerpo, la belleza y la muerte. Esos tres nunca son disfraces. Para el escritor, la muerte no es un final, si no eterna renovación y al igual que un disfraz, en su transmutación y cambio, quien lo vive es mismo pero en diferentes situaciones “la novedad es una ilusión” afirmará Manuel.  El poemario tiene una tesis principal: se nace del silencio y muere bajo la melancólica mirada de una flor ante un ahorcado.

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Para mi gusto el primer capítulo es una oda a la melancolía que solo aquel que sabe escuchar al silencio puede entender. Manuel hace del silencio la figura principal de Tintinnabuli donde la recreación estética le llevará a hacer neologismos. El pez que atraviesa la obra de Iris de arriba abajo, es una invitación a lo ónirico, a la ensoñación misma. Pero al igual que la vida y muerte es eterno volver, cierra esta primera parte de su poemario increpándole al Silencio “¿Saldrás tu de mi?”. Otros poemas, rayan la prosa como el caso “De la memoria” donde  se nos explica la memoria vinculada a la idea de que todo está contado y hecho, hasta el infnito. Para el hablante lírico lo que importa es encontrar las formas que resuenen ante el olvido, y solo la memoria puede combatirle.

En Los disfraces del fuego, el aire es el elemento de la libertad, que, como describió Nietzsche, es la sustancia de la alegría sobrehumana.  Las palabras que están seleccionadas en Los disfraces del fuego son ejemplo de una poética original que evita el lenguaje estereotipado.

Con Manuel Iris y su poesía, se puede recurrir a una poesía contemporánea fresca, limpia, sin pretensiones ni snobismos, que atrapa por sí misma.

Alejandro Loeza

Entrevista a Blanca Oteiza

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En días pasados Juan Vicente Romero publicó una interesante entrevista a la Dra. Blanca Oteiza, investigadora miembro del GRISO y coordinadora del IET (Instituto de Estudios Tirsianos). La mencionada entrevista aborda temas como el trabajo que ha realizado la investigadora tirsista durante su trayectoria, así como también algunas de sus ediciones críticas más destacables de la obra de Tirso de Molina. A su vez, la entrevistada explora la labor filológica actual, mencionando a figuras como Francisco Rico y don Alberto Blecua.

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Alejandro Loeza

Santo y sastre de Tirso de Molina

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Pocas comedias son tan entretenidas, jocosas, dinámicas y alegres como Santo y sastre, lo cual, no es poco decir cuando se compara dicha comedia con el largo repertorio de dramas del mercedario fray Gabriel Téllez. Quizás, mayor es el asombro de la versatilidad de la pluma de Tirso en esta comedia, por ser una obra que tiene por personaje principal al santo Homobono. Pero el contraste, los opuestos, ya vienen desde el mismo título: como se verá más adelante, ser santo y sastre, eran términos antagónicos. Impresa en 1635 junto con las otras once comedias de la Cuarta parte de Tirso, se cree que la comedia fue escrita después de 1620, siendo refundida, según explica Jaime Garau en su edición, de una comedia representada entre 1614 y 1615. El dicho editor, Garau, acusa de la “pobre” crítica con la que cuenta esta comedia, siendo, incluso, considerada de teatro menor. Algo que no se puede compartir ante tan ingeniosa pieza.

El primer acto abre con el dilema amoroso de la bella Dorotea: hermosa dama que ha heredado la fortuna de sus padres, siendo así que es muy codiciada por varios galanes aunque dos son los principales contrincantes: Lelio y Grimaldo. Su deseo, es buscar alguien que administre su hacienda:

Dorotea. Hija soy de un mercader,
sin padres y con hacienda;
que para que la defienda
de engaños, he menester
marido que la acreciente
y ponga en orden mi casa.
La prudencia es quien me casa,
no el amor, que accidente
que raras veces acierta. (vv. 97-105)

Cabe destacar que el editor en su estudio introductorio, explica las diferencias entre la hagiografía contenida en el Flos sanctorum, donde destacó la diferencia entre la Dorotea de Homobono y la esposa del mismo santo en la fuente consultada: aquí benigna y prevenida, ahí cruel e incomprensiva. Así, entre los dos galanes, parece que Dorotea debe decidir, pero el gracioso Pendón quien, además, satiriza, dice cuales son las pegas de dichos pretendientes:

Pendón. Lelio es todo voluntad
pero deudas le fatigan;
Grimaldo es un licenciado
tan cercano de la toga
que imagina ser, si aboga,
de las bolsas abogado. (vv. 147-52)

En los galanes, se plasma dos caracteres y lugares comunes de la época: Lelio es caballero, es decir, noble, pero como tal, es pobre y muy probablemente ambicione nupcias con Dorotea por su hacienda: Grimaldo, si bien parece mejor oponente, se hace mano de la mala fama que estos tenían, de ladrones. Pero Dorotea, ante estas opciones y disertando con Pendón, dice “Yo no pretendo a mi amante / rico, mas sabio y con seso” (vv. 245-6). Con lo cual, concluye “No quiero / sino a Grimaldo que, en fin, / nunca fue pobre el letrado” (vv. 324-6) y Pendón satiriza “De un pelón a un licenciado, vas de rocín a ruin” (vv. 327-8) es decir, de un pobre a un ladrón. Sin embargo, una Voz le anuncia que tendrá por marido un sastre que además, será santo. Nuevamente, Pendón se encarga de satirizar la fama (bastante mala) de este oficio en la época:

Pendón. ¿Sastre y santo?
¿Blanco y negro? ¿Fuego y frío?
Los sastres sirven de lastre:
hacia las bombas obscuras,
cargado de sisaduras,
mal podrá volar un sastre. (vv. 363-8)

Entonces aparece Homobono tocando a la puerta de Dorotea, quien se presenta como sastre que ha sido convocado para cortar un vestido. Dorotea le desengaña pero queda enamorada del joven Homobono y le deja tomar las medidas.

Dorotea. (Aparte.) Pensamientos, detened
las riendas a mi juicio.
¡Válgame Dios! Por la calle
un sastre me pronostica
por marido quien publica
que por esposo he de amalle,
y apenas malicias temo
cuando, sin llamarle yo
por mis puertas se me entró
un sastre. (vv. 395- 406)

Dorotea y  Pendón no salen del asombro, la primera por la gallardía, y el segundo por la mala fama de la que gozan estos en la época. Sin embargo, Homobono da muestras de su discreción, cuando habla de cómo la codicia y el deseo han perdido al mundo.  Así, Dorotea se apura a declararle su amor y el deseo de ser su esposa, a lo que Hombono se espanta y sale huyendo de los deseos de Dorotea.

Dorotea. ¡Vágame Dios, tropecé
por teneros en mis brazos!

Hombono. Suelte, ¡Jesús! ¿Está en sí?

Dorotea. En mí no, que en vos estoy;
el alma os di, agora os doy
los brazos, doleos de mí.
No penséis que os solicito
para el amor reprobado;
para el tálamo sagrado
os llamo, en él os admito. (vv. 651-60)

Cortad para nuestra boda
galas; sed esposo y sastre (vv. 673-4)

Homobono. adiós, que en la mano os deja,
tentación, Joseph la capa.

(Vase y déjale la capa)

Dorotea. ¿Qué es esto? ¿Tal menosprecio
sufre una mujer honrada? (vv. 683-6)

Dorotea grita el dolor del desprecio que Homobono le acaba de hacer, lo cual provoca que salga don Roberto, padre de Hombono quien se encuentra cerca de la escena. Una vez con Dorotea este le dice “Señora, saber quisiera / qué suceso o qué desgracia / a un hijo que me dio el cielo / huyendo y turbado saca / de aquí, donde entró a serviros” (vv. 733-37).  Y Dorotea, despechada, acusa a Homboono de intentar abusar de ella. Don Roberto, desea resolver la deshonra y decide matar a su propio hijo, pero Dorotea, viendo el efecto contrario al deseado, le pide que dé a su hijo en matrimonio: “No le matéis, que le adoro” (v. 787). Así queda acordada la nupcia entre Homobono y Dorotea. Entonces aparecen Grimaldo y Lelio, quienes aún creen ser competidores por el amor de la bella Dorotea. El primer acto concluye con la noticia de las nupcias y ambos galanes quedan al pendiente de ella.

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El segundo acto abre con los diálogos entre Hombono, quien acusa a su padre de forzarle al matrimonio, pero acepta la “jurisdición” que como padre tiene sobre él y que debe obedecer. Aun así, Homobono implora: “Yo he sido / desdichado en no tener / padre que no violentara / mi inclinación: ¿qué he de hacer? / Mi Dios, serviros gustara / sin estorbos de mujer” (vv. 953-58). En Homobono será una constante en todo este segundo acto la invocación de Dios, para  que lleve a cabo su forma de servirle, que es ser santo:

Homobono. Mi Dios, para que resista
tal violencia, dadme fuerza,
antes de que mi padre tierza
mi libertad y la doble[…] (vv. 1008-11)

Yo estoy contento, mi Dios,
con mi quieta soledad;
aquí de Dios libertad […] (vv. 1014-16)

A lo largo de este acto, Hombono siente el peso y sufrimiento de estar casado. En este segundo acto, Grimaldo y Lelio discuten a quien pertenece el amor de Dorotea, en los siguientes términos:

Grimaldo. Yo he venido
seguro de que en mí emplea
su gusto y que te aborrece.
Lelio. La soberbia es presumida,
pero en ti desvanecida. (vv. 1518-22)

Pero Pendón se encarga de informarles que, un sastre, “acaba agora / de llevarse el gallinero” (vv. 1548-9). A lo que ambos galanes quedan tan espantados como “asqueados” de la condición social de quien ha elegido:

Lelio. ¿Con un sastre, y mi nobleza
desprecia?

Grimaldo. ¡Ah mujer…! (vv. 1580-1)

Lelio. Si esto es verdad, ¡vive Dios,
que he de ejecutar castigos!

Grimaldo. Sido habemos enemigos:conformémonos los dospara trazar la venganza. (vv.1616-20)

Así los galanes antes enfrentados por pretender a la misma dama, ahora se unen para vengar la afrenta de que un sastre les haya ganado a la noble dama. En el mismo acto, Homobono se encuentra con un Pobre, el cual lo ha perdido todo y Homobono le da sus ropas de boda, llegando desnudo a sus nupcias: «Tomad, vestíos, que allá dentro, / en mis fiestas ocupados, / no me verán socorreros» (vv. 1697-9).

El tercer acto abre con las quejas y recriminaciones de Dorotea a Hombono, ya que este se ha gastado toda la hacienda de ella y la de él en la caridad, dándolo a los pobres: «¿No es conciencia / que a tu mujer empobrezacas / porque a torpes pordioseros / cada instante favorezcas?» (vv. 1907 – 10). Pero el santo se escuda aduciendo a que, no hay pobreza donde hay oficio, por muy humilde que este sea. Dorotea continúa con nuevas recriminaciones, como la de porque entretiene el tiempo con los pobres y enfermos, donde se le van las horas llorando. Harta, le advierte que descuida de su casa y que debe tener cuidado de ello. Homobono le dice que no teme a celos, pues Dios le ha de cuidar el hogar. Entonces, se da el primer milagro de Homobono: una cesta con panes que había sido entregada a los pobres y estaba vacía, es restituida por Homobono. Ante la sorpresa de Pendón y Dorotea, este les advierte que «La fe nunca supo errar / Dorotea; sin sembrar/ jamás la cosecha hallaste. / Dar al pobre es dar al rico, / porque paga Dios por él» (vv. 2228-32). El segundo milagro se da en similares condiciones: ante la ausencia de vino y cecina, Homobono las restituye, milagrosamente. Posteriormente, Homobono se encuentra con Cristo, quien le anuncia su eminente santidad. En escenario aparte, Lelio y Grimaldo intentan perpetrar venganza contra Homobono, aunque Grimaldo se hace eco de la fama de santo de Homobono y cuando ve las intenciones de Grimaldo de faltar al honor de Dorotea, se espanta y renuncia a la venganza: «Competid con valientes, no con santos» (v. 2473). Lelio no hace caso y se hace eco de que, en todo caso, se arrepentirá antes de morir e invocará el perdón de Dios. Sin embargo, Lelio enmudece al presenciar una aparición celestial que le impide perpetrar el hogar de Homobono, quien sale a su encuentro y le auxila. Ante todo esto, dos ángeles aparecen y refuerzan el vínculo milagroso y de santo de Homobono. El final del acto y de la obra es cuando Homobono asciende a los cielos, mientras la voz de Lelio regresa y advierte en los versos finales:

Lelio. Esta historia nos enseñaque para Dios todo es fácil,y que en el mundo es posible ser un hombre santo y sastre. (vv. 2880-3)

De esta manera da fin la comedia, la cual mezcla de manera jocosa el tema del santo que a su vez no está llamado a lo extraordinario, por su condición inicial de sastre. Tirso, en esta comedia como en las otras, evita el final trógico o el drama de honor, pero es destacable el cuadro social que nos presenta el mercedario. Por una parte, la problemática que supone para Dorotea la administración de su hacienda, siendo soltera, mujer y huerfana. Dorotea, en esta comedia, es menos cruel de lo que los Flos sactorums indican, nunca estando realmente convencida de ceder su hacienda y enamorándose del santo, como parte de un destino predeterminado. Por su parte, los caracteres de Lelio y Grimaldo, caballero pobre y abogado ladrón, ejemplifican y matizan la jerarquía social. Finalmente, con el propio Homobono se puede observar el lugar que le corresponde, que es por debajo del estamento nobiliario, pero sólo la condicion de santo le hace reinvindicarse a sí mismo. No me parece (o no encuentro elementos suficientes) que reinvindiquen el papel de los sastres y/o la prole ante la aristocracia. Para Tirso, solo la santidad supera la nobleza y nada más. Aunque él, como fraile de familia pobre, algo sabría del tema.

 

[Cito por la edición: Tirso de Molina, Obras completas. Cuarta parte de comedias II, ed. I. Arellano, IET, Navarra, 2003]

Alejandro Loeza

Magnates  de Polonia siglo 18[12]

Publicada en Península (UNAM) reseña crítica al libro El hombre que hablaba difícil de César Brandariz

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El año pasado se publicó en Península, prestigiosa revista académica de la UNAM, la reseña crítica al libro El hombre que hablaba difícil de César Brandariz. La reseña, hecha por Alejandro Loeza, es parte de un análisis que explora algunas de las teorías relativas al lugar y fecha de nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra.

En dicha reseña, Loeza plantea algunas problemáticas o divergencias a la investigación de Brandariz, sugiriendo otras soluciones ante la dicha controversia en las fechas del nacimiento del escritor más icónico del Siglo de Oro

La revista Península se corresponde con el volumen VI, número 2, del año 2011.

La reseña se puede consultar a través de la página: http://www.cephcis.unam.mx/index.php/revista-peninsula/

 

Alejandro Loeza

Entre el Quijote y la novela rosa: Memoria de mis putas tristes de García Márquez

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Esa institución literaria que se encuentra bajo el nombre García Márquez, ya ha demostrado, con comentarios tan incendiarios como los de 1997 ante la Real Academia Española, que se puede ir hacia cualquier lado sin dejar de ser eso, un prestigio viviente de la literatura latinoamericana, principalmente.

Su novela más famosa, Cien años de soledad (1967), le permitió crear una macroestructura discursiva que recoge el mito de Latinoamérica y su historia a través de la metáfora que utiliza otros nombres y la pisca del realismo mágico. De manera más contemporánea(2004) escribe Memoria de mis putas tristes. Esta obra sobre un anciano de noventa años que sin buscar el amor, lo encuentra en la ternura de una joven virgen. El encargo se lo pide a Rosa Cabarcas, conocida «Celestina» de la ciudad a la que nuestro sabio triste decide acudir. El personaje principal sin nombre, «feo, tímido y anacrónico» (p. 10) y periodista ha encontrado en los placeres de las prostitutas una suerte de casi amor, pero nunca, a sus noventa años, lo ha experimentado. Cuidando mucho de su reputación, acude a la dicha Rosa Cabarcas, en búsqueda de lo que ella le dirá, son imposibles. Aun así, logra concertar el encuentro con Delgadina (como el sabio triste la bautiza).

El longevo periodista clama para sí una «ética propia. Nunca participé en parrandas de grupo ni en contubernios públicos ni compartí secretos ni conté una aventura del cuerpo o del alma, pues desde joven me di cuenta de que ninguna es impune» (p. 17). Pero el acto sexual nunca es llevado a cabo, las noches pasan y el anciano es incapaz de «mancillarla» y sencillamente, se dedica a adornar, regalar cosas y escuchar música con la ínclita virgen. Entonces, el viejo se enamora de Delgadina. Y en este punto, la novela de García Márquez comienza a parecer más una novela rosa, pues, aunque se cuentan sus aventuras pasadas con las prostitutas, la de Delgadina es, casi, platónica: «Me sentía tan feliz, que la besaba en los párpados, muy suave, y una noche ocurrió como una luz en el cielo: sonrió por primera vez» (p. 76). Parece que el propósito del anciano es amar y/o no «morir sin probar la maravilla de tirar con amor» (p. 96). También hay lugares comunes como «He soñado durante años con este momento» (p. 102). Al final de la novela, ese tono casi casi rosa no se esconde: «Me volví de lágrima fácil. Cualquier sentimiento que tuviera algo que ver con la ternura me causaba un nudo en la garganta» (p. 103).

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El sabio triste se reúne con ella tantas noches como el dinero y el cuerpo se lo permiten, hasta que en la casa de citas ocurre un asesinato y deben cerrar el lugar. Cuando por fin el anciano puede regresar a Delgadina, se da cuenta de que ella ya no es virgen y que a sus quince años ha pagado el silencio y complicidad de las autoridades con su propio cuerpo. El anciano enloquece y se amarga, pero al final se lo perdona y consuma la relación sexual con ella. Había pasado un año desde el inicio de sus aventuras hasta que, a sus noventa y un años comienza a «gozar los colores de una aurora feliz» (p. 109). Así en esta novela de García Márquez, lejos de la tragedia, encontramos un anciano que tuvo que esperar noventa años para encontrar el amor, y cuando lo ha encontrado, puede vivirlo con relativa plenitud: «Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años» (p. 109). No sé si eso de disfrutar del amor carnal y sentimental a los noventa años con una mujer de quince es el realismo mágico que ha caracterizado al grueso de la obra del autor colombiano. O si sencillamente es cursilería romántica.

Así, no estamos ante la obra más compleja del colombiano, pero si de una obra que mantiene cierta continuidad. Creo que Gabo, sin querer, roza en ocasiones la novela rosa y el personaje se puede perder en sus sentimientos hacia la frágil Delgadina. Del resto, mucho de los personajes secundarios y las circunstancias son reminiscencias de Cien años de soledad. Este sabio triste parece más un Quijote contemporáneo que, al igual que el manchego, encuentra el amor platónico y fantasioso en una doncella. La imaginación y deseo de ambos ancianos puebla el amor al que van dando forma con sus deseos juveniles en edades seniles. Ergo, me atrevo a afirmar que algo del de la triste figura hay en éste sabio triste.

Otro tema será la controversia (e ilícito si se quiere) de lo escandaloso que puede ser el tema de la prostitución en países bananeros pues nunca está explícita ni la crítica ni la desaprobación a la impunidad de la prostitución de menores de edad.

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De esta manera, estamos ante una novela del premio nobel colombiano, que más haya de unas frases bien logradas, poco más añade al que fue el complejo mundo de Macondo y sus Cien años de soledad, obra en la que esta Memoria de mis putas tristes  hubiese sido una subtrama que hubiese ocupado, con toda su belleza, uno o dos capítulos de aquella excelente obra.

Alejandro Loeza

Cito por la edición: García Márquez, G., Memoria de mis putas tristes, Barcelona, Mondadori, 2004.

Lolita ante la inquisición digital

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Censores: Eran los públicos visitadores del pueblo romano; estos examinaban las costumbres públicas y la crianza de los hijos y castigaban a los baldíos. Este oficio, tan necesario, falta en nuestras repúblicas”

Tesoro, S. Covarrubias, 1611.

Aunque sobran intelectuales que defienden que la mala imagen y/o concepto que podamos tener de la Inquisición Española fue producto de una “publicidad tramposa” por parte de los ingleses, franceses y alemanes, lo cierto es que en 1551 esta institución publica, por vez primera, su Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum que no es sino ese catálogo de obras que ofendían la alta moral católica, en el papel. Sus numerosas ediciones, rediciones, emendadas, aumentadas y corregidas vieron la luz, al menos en España, hasta ya bien entrado el siglo XIX. Y aunque a España aún le tocaría un largo camino para que la censura fuese una cosa más racional que moral, con los cambios políticos y sociales del siglo XX se comenzaban a establecer nuevos criterios, más flexibles y apegados a la razón.

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Pero de la conciencia moral, hemos pasado a la conciencia del negocio, de la moral colectiva y de la interpretación de lo políticamente correcto. A inicios de la primera década del siglo XXI Bill Gates ha mencionado, por una parte, que pronto nos olvidaremos del papel y, en 2008, directamente, del libro: “Gates señaló que la generación actual de dispositivos Tablet y pantalla táctil con capacidad de reproducir vídeo y herramientas colaborativas es “muy superior a lo que solía hacerse en la imprenta”[1]. Y no, no es que a los lectores nos moleste la evolución del libro papel al libro digital. Es más, yo destaco muchas de sus virtudes. Algunas tan obvias como el efecto en el medio ambiente, la facilidad, su alcance y ante todo lo práctico y atractivo que puede resultar a la hora de crear nuevos lectores. En realidad, soy de los que celebra este nuevo paso de la evolución del invento de Gutemberg. Porque aun en su simulación digital los libros cuentan con un índice, “pasamos” las páginas, podemos marcarlas, subrayar, resaltar, etc. Y todo con el dedo; y todo con la pragmática de la era digital. Hasta acá, lo dicho por Bill Gates puede ser tomado a bien. La realidad, y los medios que distribuyen la literatura, en cambio, comienzan a ser una nueva inquisición. Pues con la facilidad de distribuir los textos, también se prohíben. Una de las principales (y quizás la mayor) distribuidora de textos digitales es la toda poderosa Amazon. De hecho, esta compañía norteamericana comenzó, en los años noventas en Seatle, vendiendo libros por internet (físicos, claro) y con el tiempo se sumó al cambio digital. Actualmente, su fuerte y punta de lanza, sigue siendo la venta de libros electrónicos y los aparatos que hacen posible su lectura: Kindle. Los Kindle son ebooks que permiten almacenar cientos (¿acaso miles?) de libros en un pequeño y ligero aparato, con una pantalla que no daña la vista, que emula la densidad del papel y que facilita la lectura.

La singularidad, como todo nuevo mercado y distribución histórica de las ideas, es que ahora Amazon y otras grandes del comercio de libros electrónicos (Barnes & Noble o WH Smith  en Inglaterra) han decidido crear políticas restrictivas sobre sus contenidos. Norma que por supuesto tiene una lógica muy razonable: no se puede distribuir textos con clara alusión a temas no aptos para menores entre menores. Sin embargo ¿qué hay del público adulto? Obras que ahora se distribuyen por estos medios y que han quitado al editor como intermediario, vieron la posibilidad de hacer circular sus obras con mayor facilidad. Algunas de las obras (novelas sobre todo) han sido tachadas por estos medios como “obscenas y pornográficas”: han decidido prohibir muchos de esos títulos, acusados de estimular el incesto, la pedofilia, la violencia sexual o el bestialismo. Algunas cadenas tardaron en reaccionar ante el clamor de las organizaciones que persiguen la pornografía. Pero finalmente Amazon, Barnes & Noble, Waterstones…, todas han puesto en marcha mecanismos para llevar a efecto una policía general contra la pornografía.[2] Adjetivos, como recordamos, con los que ya se han calificado a otras obras literarias que hoy en día son consideradas arte y piezas de la literatura universal: Madame Bovary, Las flores del mal, Lolita, etc. Nuevamente, nos encontramos ante una moral (esta vez ni católica, ni hispana) que es un tanto más irónica: la anglosajona. Ahí donde los videos de alto contenido sexual son puestos a cualquier hora del día en la televisión, pero, como siempre, el libro, las letras, entrama una complicidad, un peligro mucho más grande: el de las ideas. Libreros como Waterstones ya han advertido que, en su larga trayectoria, nunca han vendido libros con contenido de este tipo, y no lo harán ahora. Lo cierto es, que en su página de internet encontramos títulos como Lolita de Nabokov. Y como nos recuerda Juan Cruz, en su editorial, esta novela, en su día, fue considerada una obra pornográfica: Ahora —y entonces— Lolita es una obra de arte, pero en aquel momento, cuando el editor Lord Weidenfeld la quiso publicar en Inglaterra, las voces más conservadoras lucharon para impedir que circulara la historia de aquella muchacha que tenía amores con un hombre que simulaba ser su padre. Era, decían, pornografía. Weidenfeld, un hombre conservador conectado con lo más importante de la sociedad mundial, desde De Gaulle a Juan Pablo II, se tomó muchísimo trabajo para arrancar ese libro mítico de las garras de los censores. Lord Weidenfeld me explicó en Londres su estrategia para conseguir que aquella maravilla literaria llegara sin más contratiempos al gran público. Él se arriesgaba, publicando Lolita en Inglaterra, a ir a la cárcel, porque a la novela ya se la había calificado de pornografía peligrosa; ya había aparecido en París, “como un sofisticado libro erótico”. Había sido considerado para publicación en EE UU, “pero nadie se atrevía a hacerlo”[3]. Esta, grosso modo, es la historia de la literatura: la de la gente que bajo una moral prohíbe libros que le disgustan, y ya de paso se las prohíbe a quienes disfrutan de dicha lectura. Porque, como dice el cineasta y escritor José Luis Cuerda “El que tenga reparos morales para leer un libro lo mejor que puede hacer es no leerlo. Ni siquiera para prohibirlo. A la libertad de publicación puede oponerse siempre la libertad de no verlo”. Con los nuevos medios de distribución digital, Amazon a la cabeza, encontramos una serie de factores, reglas, normas y cuestiones mercantiles que están “cambiando” y no, la forma de leer. La censura toma nueva forma, pero siempre siendo censura, sin dejar de amenazar y señalar lo que está bien o mal, lo que se puede o no leer, bajo parámetros al menos, cuestionables, porque la historia de los libros prohibidos, así lo demuestra.

Por otra parte, los medios para erradicar lo dicho por Gates (el papel) tiene un singular movimiento (inteligente y mercantil si se piensa) en el cual Amazon ha lanzado la siguiente oferta: por cada libro de papel comprado en sus tiendas, ofrecerá de forma gratuita la edición digital. Creo que es una forma de tratar de convencer a los de la old school de dar el último salto, de sumarse a la lectura digital. Así, poco a poco el libro en papel va perdiendo fuerza y los libreros tienen la difícil tarea de competir con un gigante digital que está en donde haya acceso a internet. Así el medio cierra el círculo, pues no sólo controla la distribución sino el canal por el cual hace llegar el contenido. Si la cencura digital no lo permite, no tendremos acceso a las nuevas obras que considere “pornográficas”: Nabokov, hoy en día, no habría sido distribuido por Amazon. Si bien es correcto (repito, nuevamente) hacer normas y reglas pensadas para evitar lecturas no “adecuadas” para menores, no debe superar por mucho esos límites, pues quizás entre las obras que Amazon ha borrado, censurado y retirado, haya un Baudelaire en potencia, o una Lolita no comprendida correctamente. ¿De quién son esos criterios? si como indica la nota de Amazon[4], ha retirado las obras que contenían incesto, tendrían que haber empezado por Edipo Rey de Sófocles. Bajo estos parámetro de evitar el incesto y las escenas “pornográficas” ya hemos visto, tendríamos que excluir la novela de Nabokov y la tragedia de Sófocles…pero no el Meim Kampf de Adolf Hitler. Criterios que, en mi opinión son, al menos, “curiosos”. amazon Por último, debo confesar que algún libro digital he leído y, aunque me parece agradable, dependo del libro en papel: ese pesado, texturizado y denso contenedor de ideas. Con este nuevo medio de distribución de obras estaremos regidos a la práctica moral y mercantil de un grupo de personas, de quienes desconocemos sus criterios, pero que no permitirán llegar aquello que no consideren oportuno, que pueda escandalizar, o causar euforia. Quizás, algún día, lectores y editores, nos arrepintamos de no haber apoyado más al librero. En consecuencia contaremos con un medio con criterios homogéneos de distribución que censure, modere y prohíba lo que considera prudente. Tal vez entonces, extrañaremos el olor de los libros, el tacto de los lomos, y la densidad de las palabras impresas en una hoja de papel. Quizás lamentemos no habernos cuestionado quienes son esos censores que “resguardan” nuestra salud moral y de buenas costumbres.

Alejandro Loeza

La peña de Francia de Tirso de Molina

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Comedia de corte hagiográfico, con varias singularidades temáticas, métricas y ante todo de motivos políticos y de poder que han dado pie a una intensa labor crítica por los tirsistas. La obra está dentro de la Cuarta parte de comedias de Tirso de Molina y en un principio, el tema por el cual se gana el título, haría referencia al milagro de san Simón Vela. En un principio, la novela puede recordarnos a una comedia hagiográfica que Tirso puso en su Primera parte de comedias, en la que trataba como san Bruno se desencantaba de lo mundano en El mayor desengaño. Sin embargo, esta comedia, como ya anticipo, dedica más espacio escénico a los ardides políticos y amorosos que a los procesos del santo con respecto al desengaño de lo mundano.

El primer acto abre con la advertencia que Ricardo, tío de Simón, le hace sobre su edad y soltería a los treinta años cumplidos:

Ricardo.               Ya tu edad las flores pasa
de la adolescencia tierna,
y la juventud que abrasa;
treinta años tienes, gobierna,
sobrino, tu hacienda y casa
que tu flojedad me espanta. (vv. 11-16)

Simón le responde que, pese a su soltería, no se haya en el ningún mal y que por el contrario, es buen hombre. Sin embargo, Ricardo no ceja en su propuesta y le propone unirse en incestuosa relación con su prima, haciendo mención a la dispensación de Roma común en la época y que ya refirió Tirso en otras comedias (Amazonas en las Indias, por ejemplo). Entonces Ricardo le recuerda los «tres estados que el mundo» le ofrece, a saber, las letras, las armas y el ser mercader:

Ricardo.               Las letras, sobrino, son
estas; si apeteces letras
(que te causan confusión)
y sus misterios penetras,
honrarás su profesión,
que bien puedes ser casado
y juntamente letrado (vv. 96-102)

Las armas dan en el mundo
honras de real aparato (vv.124-5)

Si este estado [mercader] seguir quieres,
los príncipes de más nombre
harán cuanto les pidieres,
que ya el más presumido hombre
adula a los mercaderes. (vv. 166-170)

 

 

Así Simón evalúa los tres platos que le han servido, haciendo una muy curiosa comparación entre las mujeres y los dichos oficios, a saber:

Simón.                                 Las letras, porque ellas son
tan sabias para engañar (vv. 186-7)

Las armas, por ser extrañas
en el mundo las hazañas
con que atropellan rendidas
Troyas en Asia encendidas,
y mal ganadas Españas.
El peso y vara es la vida
de su codicia fingida,
porque la mujer más cara
suele al medir de una vara
dar los gustos sin medida (vv.191-200)

Así resulta para el protosanto, los tres oficios un agobio de lo que es la mujer y después de este diálogo tan ingenioso, Simón se duerme, siendo interrumpido por una voz que le anuncia que debe buscar la peña de Francia, lugar donde encontrará esposa santa y bella. De esta petición Simón interpreta que en dicha peña encontrará una esposa «que el honor ha menester / que no la ablandará el oro / si de de peña la mujer» (vv. 283-5).  Entonces Simón parte en búsqueda de la famosa Peña, y la participación más prolongada del mismo acaba, para dar pie al entramado político y amoroso que ocupará la gran mayor parte de la comedia. Catalina, infantes y hermana del Rey Juan II, profesa amor por el noble Enrique. Sin embargo, el hermano de este último, Pedro, también está interesado por la infanta y entra a competir con el de su propia sangre. Escena después, Catalina, en el castillo, deja abierta la venta de su habitación, la cual aprovecha Pedro con ayuda de una escalera para, en medio de la noche hacerse confundir con su hermano, Enrique. Sin embargo, al oír a su hermano acercarse, huye del lugar, y al dejar la escalera, Enrique sospecha su deshonra. Llega el rey y contempla a Enrique al pie de la ventana de la infanta, e inmediatamente entiende el acto como una deshonra, a la vez que aparece Pedro, con intenciones de quitar la escalera. Ambos hermanos son puestos en la cárcel, terminando así el acto primero:

Pedro.                  ¿Quién me prende?

Fernán.                               El rey.

Pedro.                  ¿El rey? ¿En qué de mí se ofende?

Rey.                                      En que os hacéis también, don Pedro, cómplice
en los insultos del hermano vuestro. (vv. 1027-30)

Abren el segundo acto Gonzalo y Pedro, quien se encuentra preso, pero el primero le ofrece la libertad a cambio del favor de la infanta si acusa a su hermano y le traiciona. Este acepta. Mientras tanto, Catalina diseña un plan para liberar a su amado Enrique, mandando a ser liberado con unas llaves de contrabando. Mientras tanto se consuma la traición de Pedro:

Gonzalo               Por mi consejo, don Pedro,
estáis libre y sois marqués,
y la infanta antes de un mes
será vuestra. (vv. 1275-79)

Pedro.                                  Venderé por ella yo
no a un hermano, a todo el mundo. (vv.1282-3)

En la cárcel, Enrique es informado de todos los movimientos políticos que se dan en la corte, y afirma que el rey podrá «hacerlos nobles, / pero a nadie dellos fiel» (vv. 1294-5). Padilla, sirviente de la infanta Catalina, libera a Enrique quien se encuentra con Fernán y Pedro, contra quienes pelea, da muerte a Fernán, y Pedro y Gonzalo huyen cobardemente. Enrique, con precio a su cabeza huye al campo, donde se dan diálogos entre rústicos y Elvira, campesina de gran belleza se enamora de Enrique, quien nota su belleza. Los versos finales del acto son sobre el amor que ambos se profesan.

La primera escena del tercer acto consiste en diálogos pastoriles que básicamente plantean diversos temas pero en el que se destaca el diálogo entre Melisa y Elvira, y esta última le advierte a la primera que Enrique «se me entró por la vista / a robarme el corazone» (vv. 2233-4). Por su parte, el Rey confirma que Enrique huyó y Pedro, aparte, se avergüenza de la derrota que recibió aquella noche. Aunque en el acto anterior Simón había tenido breve aparición haciendo en la prisión con Enrique, no logra poner diálogo de mayor interés. No es sino has este tercero donde su búsqueda por la Peña lo lleva a Salamanca, guiado por la voz…

Simón.                                 Un agujero hasta dentro
llega en la peña, de donde
cayó el risco. En él se esconde
una imagen que es su centro.

Ante el milagro de la Peña, de donde sale una imagen de la Virgen Santa, se descubre la traición de Gonzalo (por propia boca) y así todo se resuelve con felices nupcias: Enrique con Catalina, Pedro con Elvira (quien resulta ser noble, claro está) y el perdón del Rey quien restituye a todos los nobles en sus cargos. El pastor Tirso, explica el milagro

Tirso.                                    descubrió una imagen santa
dentro de una dura peña
de donde salió más crara
que el sol, y llevando todos
azadones y palancas
desencajamos el risco
do la imagen se encerraba;
y cortando de los robles,
de enebros y encinas, ramas,
para adornarla, hemos hecho (vv. 3079-88)

Simón entrega la imagen para su custodia a los padres de la orden dominica y Enrique cierra la comedia afirmando que «Esta imagen (de Dios Alba) / es la que España venera» (vv. 3133-4).

Es así como observamos lo dicho por Vásquez en su introducción a esta comedia: «El componente histórico está supeditado al hagiográfico, que es el foco, el núcleo central e inspirador de la acción». Esa historia, profana, se hace acompañar de elementos del santo que Tirso habría encontrado en el Flos sanctorum de Alonso de Villegas (1568) y el de Pedro de Rivadeneyra (1599-1601). Una comedia interesante, que de sus hojas se puede desprender interpretaciones dignas del complejo entramado político del (en efecto) mozo rey Felipe IV. Sin embargo, peligro lleva ese camino y disfrutar de la obra bajo sus propias leyes es más interesante, a mi juicio. Ahí la traición del hermano, Pedro, quien vende a su hermano por el amor de una dama. Del otro lado las envidias, la nobleza, los ardides amorosos y un santo, que en este caso, es sombra de la dramaturgia, mero protagonista de los dilemas pasionales dentro y fuera de la corte.

 

 

[Cito por la edición: Tirso de Molina, Obras completas. Cuarta parte de comedias II, ed. I. Arellano, IET, Navarra, 2003]

 

Alejandro Loeza

La insoportable levedad del ser de Milan Kundera

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“Casi flotaba. Se hallaba en el campo mágico de Parménides: disfrutaba de la dulce levedad del ser”

Novela que mezcla la sutil biografía del autor, con los personajes principales, y la filosofía, la historia y la espiritualidad. Pero todo parte de la historia de amor entre Tomás y Teresa. Todo lo demás, los hechos históricos, los personajes secundarios, la voz del narrador, todo ello, es sólo para expresar lo que promete el título: un eterno ir y venir entre lo pesado y lo leve, entre lo alto y lo bajo, entre los místico y lo profanos, entre lo escatológico y lo hermoso, entre el ser y su nihilismo.

De esta novela, rescato ese invaluable “tour” por la compleja historia de la Europa de postguerra. Y digo compleja porque en las mitificaciones actuales, podemos olvidar su verdadero funcionamiento a manera interior, de los individuos que protagonizaron no sólo los eventos políticos, sino la compleja cosmogonía de la misma. Así, Tomás, médico checo, divorciado y con un hijo, comienza una aventura amorosa con Teresa, a la vez que mantiene relaciones esporádicas con otras muchas, entre las que destaca Sabina, pintora que mantendrá relación con Franz. Este “paseo” entre fronteras (ideológicas) de Europa, tiene como propósito mostrar el camino que lleva a Tomás desde su idílica vida como médico en Praga, hasta su final en la pobre zona rural y miserable de la Checoslovaquia comunista, junto a Teresa.

Sabemos que el amor del personaje no es un amor idílico, platónico: si bien parece que Teresa hace gravitar a Tomás sobre sus sentimientos, éste siempre intenta escapar a ese amor. La obra sienta sus bases bajo la premisa del “eterno retorno”, sobre las acciones que conlleva la relación de estos dos personajes y el intento por resolver la pregunta “¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo?” (p. 16) y en esencia “El amor que había entre él y Teresa era bello, pero también fatigoso” (p. 37). La novela va desarrollando las trampas que supone ese amor que nunca sabe hacia dónde le lleva. El final de la novela, es una reivindicación de ese alto y bajo, donde Teresa pide perdón por haber arrastrado a Tomás hasta lo más “bajo”, mientras que Tomás le expresa que en realidad (y casi seguro contra su voluntad) le ha llevado hacia la libertad, hacia la levedad: “Y es un gran alivio sentir que eres libre, que no tienes una misión” (p. 319).

Son muchos los pasajes edificados con excelente racionalidad: así por ejemplo, los capítulos que hablan sobre el hijo de Stanlin (Yákov Iósifovich) en principio, triviales, se convierten en una profunda digresión sobre los verdaderos motivos ontológicos sobre los cuales el ser justifica su existencia. Otras, metaficción de la novela, son dignas de tomar en consideración: Tomás, en su crítica al régimen comunista, explica que Edipo, cuando supo que había matado a su padre y fornicado con su madre, no dudó en arrancarse los ojos y autoexiliarse. En ello, Tomás, ve una congruencia política que no se encuentra en los políticos comunistas: lo convierte en una metáfora del como los gobernantes son incapaces de asumir las responsabilidades de sus actos ante la fortuna, el destino, la casualidad, el devenir de la historia, etc. Dos pasajes más son, a lo menos, un interesante referente político y argumental  del ser. El primero es el que está contenido en el capítulo “La gran marcha” donde Franz, amante de Sabina, se apunta para ir a una manifestación en contra de la guerra de Vietnam, a la frontera con dicho país. La marcha está motivada por una chica de gafas grandes quien le inspira amor y ternura a Franz. El relato es rico en los detalles imperceptibles pero ante todo en la falacia de la manifestación, de la derrota de la misma y de lo teatral, kitsh y ridículo de la misma. Pero la peor derrota se la lleva Franz, quien al volver a Europa queda cuadripléjico, incapaz de hablar, de moverse y de expresarse, quedando sepultado su verdadero amor por aquella chica, confinado a estar con la mujer equivocada ante la que no tuvo el valor de decir que no amaba. Por su parte, Sabina desde el arte, se manifiesta contra su tiempo: “Tenía ganas de decirles que detrás del comunismo, del fascismo, de todas las ocupaciones y las invasiones, se esconde un mal más básico y general; para ella la imagen de ese mal es una manifestación de personas que marchan, levantan los brazos y gritan al unísono las mimas sílabas” (pp. 106-7).

Hacia el final de la novela, se sienta las bases de la bondad en Karenim, la perra-mascota de Tomás y Teresa que enferma de cáncer. El amor y la bondad genuina encuentran metáforas encontradas con la religión, con la pseudo bondad del hombre, y Teresa en sus monólogos, expone la miserable condición humana contrastada con la dulzura del animal moribundo. Todo un canto a la bondad que existe en los animales y la potencial maldad del hombre.

La novela, ya un “clásico” del siglo XX es un retrato histórico por referentes, más que por hechos, llegando en ocasiones a ser una “parahistoria” de las historias oficiales del comunismo, de las ideologías, el arte y la cultura europea del siglo XX. Lo que Tomás vive, lo que Teresa siente, y las reflexiones estéticas, filosóficas, ontológicas, metafísicas, etc. son un interesante paso narrativo por la vida de los personajes, a través de dichas digresiones que crean un todo de la perspectiva, tan genuina, en esta obra de Kundera. Al final, la obra es un “es muss sein” que ratifica “la grandeza del hombre” que carga con su insoportable destino.

[Cito por la edición: Kundera, M., La insoportable levedad del ser, trad. F. Valenzuela, Tusquets Editores, México, 2002]

 

Alejandro Loeza

 

Los blues del cocodrilo de Ignacio Arellano

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Poemas de métrica variada que se reúnen bajo este singular título y que encuentra su explicación dentro de la obra. La musa del hablante lírico no es otra sino Lisi, imaginario que ya da título a otras obras del autor. A su vez, es curiosa la forma en la que es utilizado el paratexto (las notas a pie de página) como un guiño como elemento semántico del oficio del autor al juego filológico al que somete su propia obra. Acá algunos poemas de dicha obra.

Otra vez, Lisi, recordándote (fragmento)

Lejana, con mi café valientemente empuñado
quiero olvidarte mientras leo a Petrarca con frenesí
y suena en la guitarra de Narciso Yepes
algo exquisito
sumamente elegante como mi compostura
de hombre de rectas intenciones,
de verdadera hombría
lejos de su amor y de su patria.

Busquemos, Lisi, un remedio porque esto no puede seguir así (fragmento)

Yo quisiera ser un hombre tranquilo
gustador de leves aéreos perfumes,
de ondas sosegadas, de serenas playas,
y no ir de taquicardia en taquicardia
huyendo de tus besos a quemarropa

A lo mejor un día (fragmento)

Yo nací para ciertas conquistas
en mundos lejanos, con carabelas frágiles,
para surcar océanos donde florece el pájaro barnaclas
y acecha en sus costas el lobo menar,
arrear por las pampas los ganados,
o cazar la ballena en el helado sur.

A esto llaman amor

Si quieres, despréciame, adelante;
un día me cansaré y me iré muy lejos,
ya no te aburrirá mi presencia abominable,
ya no oirás mi voz enamorada.
te quedarás más huérfana que el pájaro de Arabia.
y me echarás de menos. Pero tarde;
en un vado estéril de algún río
bien remoto y sin duda bituminoso
habreme muerto ya de soledad y olvido.

Haz lo que te de la gana(fragmento)

A mí nada me importas que me dejes
que ya sabré buscarme quien me quiera
sin tantos aspavimentos.
y hasta puedes quedarte con la casa
y el piano y la caldera del garaje
que necesitarás en el invierno.

(Cito por la edición: Arellano, I., Los blues del cocodrilo, CELYA, Salamanca, 2006.)

Alejandro Loeza

Trilogía de los Pizarros III: La lealtad contra la envidia

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Esta es la tercera y última comedia sobre los Pizarros. En esta pieza, se refuerzan numerosos tópicos sobre la conquista española, aderezado con el amor cortés y galán de Fernando Pizarro. En esta obra, Tirso de Molina cierra su trilogía demostrando el ingenio en el que, el primer acto, está compuesto por el amor cortés; el segundo por la intensa acción durante la conquista de Perú y las rebeliones almagristas y una tercera que se dedica a rescatar el buen apellido de los Pizarros y a cerrar el ciclo romántico-cortés que se inició en el primer apartado.

El primer acto abre en la plaza de toros de Medina del Campo a donde llega el famoso Fernando Pizarro, procedente del Perú y con el objetivo de entregar el botín-saqueo al Rey, ya que él, afirma, solo “fama pretendo, no plata” (v. 296). La dicha plaza de toros se quema y don Fernando, después de sortear al toro, salva a doña Isabel Mercado, de quien queda enamorado al instante.

Fernando.          Voraz el incendio, crece
el espanto y la inquietud.

Quintanilla.        En una silla han sacado
del riesgo una dama bella.

Fernando.          ¡Válgame Dios! ¿No es aquella
doña Isabel de Mercado?
¿Qué espero aquí si la adoro?

Dentro.                               ¡Huir, que el toril se ha abierto!

Unos.                   ¡Agua! (vv. 355-63)

El rescate de la doncella se da en medio de la cobardía de los demás personajes que acentúa el valor y la gallardía  del conquistador extremeño.

Fernando.          ¡Aquí valor, aquí estrella!
no ha de mal lograr mis gozos
la fortuna, no la suerte.
Amor, esta es mi ocasión. (vv. 375-8)

Don Fernando entrega, desmallada, a Isabel a su hermano, don Alonso Mercado. Manzanilla, personaje secundario, describirá a la doncella:

Manzanilla.        Merece
todo el amor que le ofrece
su beldad.

Castillo.                                Puede en España
ser espejo de doncellas
en virtud, honestidad,
recato, afabilidad
y discreción. (vv. 457-63)

A su vez, Alonso Mercado le ofrece a don Fernando hospedaje en su casa, a manera de agradecimiento, y Vivero, galán que se confrontará contra Fernando, no deja pasar la oportunidad de rememorar sus hasta ahí “notables hazañas” en América: matar indígenas.

Vivero. Dicen que en el Occidente
vuestro ánimo varonil
mataba de mil en mil
los indios (vv. 657-60)

Después de presumir de estas y otras “hazañas” de la conquista, se le advierte a don Fernando que tanto Isabel como su hermana Francisca están enamoradas de él: “La dama que socorristes / os confiesa obligación, / su hermana os muestra afición” (vv. 741-3). Pero don Fernando no da a conocer por cuál de las dos siente afecto: “Yo adoro a una de las dos”. Ellas por su parte, encantadas del amor cortés del galante conquistador:

Isabel.  ¡Qué apacible!

Francisca.                            ¡Qué discreto! (v. 1187)

Aparece en escena Gonzalo Vivero, quien también profesa amor por Isabel y se entera de las pretensiones del conquistador, sintiendo celos del mismo. Entran en escena don Fernando y Alonso, y este le exige que diga a cuál de sus hermanas desea desposar, a lo cual responde que no puede decirlo para no herir a la otra, pero promete casarse con alguna de las dos a su vuelta del Perú. Ya en el lugar del duelo, Vivero reconoce sus celos frente a don Fernando y le termina pidiendo unirse a él en su expedición al Perú, lo cual acepta.

El segundo acto inicia con la acción en batalla en Perú. Da inicio el acto la exaltación bélica en honor al imperio español:

Fernando.          ¡Ea, valor de España,
asombro de la envidia!
Esta es, sin ejemplar, la única hazaña.
¡Más gloria ha de ganar quien con más lidia!
Trescientos mil y más son los contrarios,
menos somos nosotros de trescientos;
ya están, en ordinarios
asaltos semejantes, los alientos
de vuestro esfuerzo heroico acostumbrados
a ejércitos vencer desbaratados. (vv. 1491-1500)

De esta manera, el honor, la hazaña militar y el orgullo de Pizarro se fundamenta en el asesinato con justificación política-militar de indígenas. Pero Tirso de Molina sería consiente de las controversias que los jesuitas mantuvieron con las “formas” de la conquista, realizadas por los militares españoles, así que no omite introducir una escena que sea apologética del genocidio. Durante la guerra que mantienen los hermanos Fernando, Gonzalo y Juan Pizarro en la revuelta contra Inca (Manco II, 1536-1537) se refiere el milagro de la bajada del apóstol Santiago, demostrando así el favor de Dios hacia los españoles y sembrando el temor entre los indígenas que se retiran del campo de batalla: “Baja de una nube sobre un caballo blanco Santiago, armado como le pintan, y húyenle los indios”. Así, Dios a través del apóstol autoriza y avala el asesinato de miles de indígenas… Por si fuese poco, el fuego que hace peligrar a los españoles durante la batalla, es apagado por Nuestra Señora (¡):

Fernando.          No habrá duda
desde hoy, contra envidia tanta,
de que esta conquista es santa
pues Dios nuestra empresa ayuda;
que para que quede muda
la lengua del que se atreve
a decir, torpe y aleve,
que injustamente poseemos
este imperio, ya tenemos
fe que lo contrario pruebe. (vv. 1820-1829)

Inmediatamente después, a los hermanos Gonzalo y Fernando Pizarro se les notifica la muerte de su hermano, Juan. Se da pie a una pieza que condena el hurto y el saqueo del oro…con miras a uso personal, porque el saqueo por y para la corona española sí era correcto. Chacón afirma, al momento de robar:

Chacón.               Como la codicia esfuerza
y en las Indias nadie trata
de pelear y vencer
sino por volver a España
a costa de tanta hazaña
rico y vivir a placer,
porque lo que hemos pillado
se escapase del montón (vv. 2048-55).

Pero Castillo, otro soldado, ve como Chacón es castigado por fuerzas sobrenaturales y aprende la lección de no dejarse llevar por la codicia (¡): “Todo mal viene por bien. / La codicia me empozó” (vv. 2126-7). Por su parte, Castillo intenta abusar de Guaica, india que es noble y profesa gran amor a Pizarro (¡). En otra escena, dialogan Fernando y Gonzalo, quejándose éste último de que el rey no premia con equidad sus méritos y desde acá se hace implícito algunos de los más notorios comentarios en contra de Almagro. Sin embargo, Fernando le obliga a guardar compostura, y mantenerse en la línea de servilismo cortés que exige la monarquía absoluta, exaltando la búsqueda de honra y fama en vez de posesiones materiales…

En escena aparte, Juan de Rada entrega carta a Inga (Manco II) que, escrita por Almagro, le propone aliarse para derrotar al enemigo común: los Pizarros. Como es de suponer, la carga peyorativa sobre los indígenas no sometidos a la voluntad imperial, son, entre muchas cosas, traidores en potencia: en secreto Inga acepta la alianza pero piensa luego ir en contra del mismo Almagro: “Si cumple esas promesas / el español Almagro, sus empresas / serán restauración de mi corona / y él el señor de nuestra indiana zona” (vv. 2342-5). Almagro se rebela contra los Pizarros y Fernando queda preso. En medio de la contienda el soberano inca demuestra sus verdaderas intenciones (recuperar lo propio). Al final de esta dinámica escena, Castillo y Chacón hablan de la traición de Almagro y de la condena a muerte de Fernando. Sin embargo, Fernando compra su libertad a partir de la codicia de Almagro.

El tercer acto se desarrolla en Medina del Campo, ya transcurridos los años. Ahí Isabel Mercado y Gonzalo Vivero mencionan los ya conocidos hechos de la conquista, a la que se añade la batalla entre Fernando Pizarro y Almagro, que tuvo lugar en las Salinas en abril de 1538, con la victoria del extremeño y la condena a muerte del rebelde español. Sin embargo, a la vuelta de Pizarro, este es encarcelado hasta esclarecer los asuntos en el castillo de la Mota, en 1540. Por su parte, Francisca le hace saber a Fernando su interés amoroso por él, estando él en prisión. Una vez fuera, Alonso Mercado le informa a Fernando de la muerte de su hermano Francisco a manos de Almagro el Joven en la batalla de Chupas (1542) pero también le informa que su hermano Gonzalo se ha levantado en Perú contra el gobierno de Carlos V, matando al virrey Núñez Vela. Fernando reniega de Gonzalo, en soliloquio. Entra en escena Isabel quien se ha casado en secreto con Fernando, hace un año y le anuncia que se retira a un convento. Sale y entra en escena Francisca, quien le ofrece las llaves para escapar de prisión, pero él las rechaza porque prefiere morir antes que perder la fama.

Fernando.          Tan costosa libertad,
Alfonso, no es conseguirla,
es perderla. ¡Ojalá el cielo
trocara suertes y, viva
mi cara esposa, acabaran
con mi muerte apetecida! (vv. 4084-89)

Sin embargo, Mercado le hace ver que la virtud del amor de su fallecida hermana debe ser honrada con su vida. De esta manera, Francisca es ofrecida por Fernando y su hermano a Vivero, quien le acepta en matrimonio y cierra la obra con boda y sepelios, evitando (de forma bastante curiosa) la tragedia, pero sin concretar exactamente el típico final de la obra tirsina. Los versos finales los enuncia Mercado:

Mercado. Vamos, pues, y celebremos
las obsequias en Medina
de aquel ángel mal logrado
que eternas luces habita,
y aprenda el prudente cuando
envidiosos le persigan
en don Fernando, pues vence
la lealtad siempre a la envidia. (vv. 4170-77)

Así concluye el tercer acto de la tercera comedia dedicada a los Pizarros, obras de corte pseudo histórico con objetivos apologéticos y reivindicadores del apellido de los extremeños. Si bien, Miguel Zugati ha apuntado correctamente todos los detalles en sus preliminares a dichas obras, es de destacar lo ya dicho por el estudioso: la disparidad tanto en tiempos como en procesos por los cuales Tirso de Molina escribe cada uno de estas piezas. Esta última, si bien condena a Gonzalo Pizarro (reivindicado en Amazonas en las Indias) en esta obra se destacará el proceso de la conquista, aderezado con sus excesos que son apologéticos del mismo. Con ello, Tirso habría servido a la casa de los Pizarros pero también a su estilo, pues en las tres comedias, el honor, la nobleza y el sentido humano tienen una presencia que trasciende al mismo proceso de la conquista y que crea modelos simbólicos en cada uno de sus personajes. Estas son las tres comedias que conforman la trilogía de los polémicos (histórica y culturalmente) Pizarros que, con justicia, pueden ser leídos para entender las recepción que tuvo el mercedario de los mismos, sin por ello dejar de ser juiciosos con el comportamiento humano, que trasciende al contexto del siglo XVII y los valores que se fundamentaron en la recién escrita historia del imperio.

 

Alejandro Loeza